Entonces hago escala en Barajas y, esta vez, sigo de largo sin detenerme en Madrid. Llego al aeropuerto de Orly y, desde ahí, me voy directo a París. Trato de volver a habituarme a la ciudad y de aceptar el hecho de que no formo parte de ella. Perdí mi ritmo personal. Ya no trabajo en una oficina cerca de Montmartre ni tengo un lugar propio en donde poder vivir. Paro en donde me reciben y el primero que me recibe es E. Durante las dos primeras semanas salgo a caminar, saco fotos, voy al cine, me encuentro con amigos y trato de darle una vuelta de tuerca a algunas historias que quedaron sin cicatrizar. El juego es simple y, como siempre, consiste en atar cabos, desatar nudos y arrancar espinas (se hace lo que se puede).
Conozco a Malen, al Marian y a Denis. Y me da gusto hacerlo.
Después, junto mis bártulos y me mudo a Camargue, a pasar tres semanas en la casa de unos amigos que me invitan a vacacionar. Viajo y visito; fotografío las ciudades cercanas al lugar: Le Patty de la Trinité, Les Saintes Maries de la Mer, Saint Gilles, Aigues Mortes, Arles, Nîmes, Gordes, Avignon y Carcassonne.
Aunque la estadía en el campo me confirma como una chica de ciudad, disfruto de las buenas cosas que ofrece el lugar: (muy) buen tiempo, calma, complicidad afectiva, buena compañía y calor de hogar. El jueves próximo regreso a la capital francesa.
'That’s all, folks'. Esta historia continuará.
1 comentario:
mucha suerte, y aunque en el día en el que escribo esto, ya debes estar regresando a bs as!!! ja. No importa, hay tiempos paralelos, hay vidas anteriores, hay futuros que se vivieron... así que, disfrutá mucho si aún no pudiste
beso
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