Cuando llegué a Paris por primera vez (a fines del año 2000) me causaba mucha gracia que la gente de la oficina no se tuteara, que en las presentaciones se impusiera el apretón de manos al beso, que nadie hiciera demasiados gestos al hablar (de esto me percaté cuando un amigo hizo una imitación de mi manera de hablar en una “soirée”; a ellos les parecía gracioso lo que para mi era normal). Otra diferencia en la manera de dirigirse al Otro radica en la distancia física que se establece entre dos personas que están teniendo una conversación (en Argentina la distancia es mucho mas corta). Además, los argentinos entramos en confianza mas rápido y buscamos siempre alguna forma de contacto físico; en qué conversación entre dos amigos no hay una palmada en el hombro o un apretón de manos? Siempre hay un “touch”….Acá no, y si se te da por ejecutar uno mientras estás hablando con alguien paralizás el sistema y quedás como un desubicado (yo ya no los ejecuto tanto…fue una de las “remarques” que me hicieron en Argentina lors de mon dernier voyage…).
Otra diferencia cómica es la manera en que llamamos a las personas. En Argentina es muy común usar sobrenombres que hagan alusión a alguna particularidad física para referirnos, e incluso dirigirnos a nuestros amigos. Todos conocemos a algún Cabezón o algún Pelado. No se me ocurren muchos otros pero la lista se puede engrosar fácilmente: el Gordo, la Enana, el Colorado, el Chueco, el Narigón…En Francia una cosa así es impensable.
Hace poco unos amigos franceses que vivieron durante un tiempo en Argentina me contaban que una vez, mientras hacían un Alto en un centro comercial de Palermo, la empleada de una de las boutiques, después de haber establecido la conversación correspondiente con la madre de familia (de qué parte de Francia venían, hace cuánto que vivían en el país, si extrañaban, etc, etc, –BTW hablar con un desconocido en un negocio es otra cosa que acá no se hace...) había lanzado el comentario “tus hijas son muy monas…”. La frase, que al principio los sorprendió un poco, pasó a engrosar el anecdotario de la experiencia de haber vivido en Argentina. Ellos tienen anécdotas como yo pero con la mirada invertida; lo que a ellos les parece extraño a mi me parece normal, lo que a mí me parece común a ellos les parece raro.
Viajar, vivir en el exterior, y estar en contacto con gente de otra cultura es enriquecedor. Uno aprende a mirar a los demás (y a uno mismo) de otra manera. El ángulo cambia, el valor que uno le otorga a determinadas maneras de actuar, o de dirigirse al Otro es distinto. Por eso, y por muchas otras cosas mi experiencia en Paris marcó un cambio. De a poco trataré de irlas contando.
1 comentario:
un placer encontrar tu blog!
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